Carta a Antonio Nariño, hijo, desde GibraltarEl Precursor Antonio Nariño (1765-1823) permaneció cuatro años prisionero en Cádiz, entre 1816-03-06 y 1820-03-23. Tras recobrar su libertad se trasladó a la inmediata Isla de León pero. ante la inminencia de un nuevo encarcelamiento por considerar las autoridades que no estaba cobijado por el indulto que se invocó para liberarlo, resolvió pasar a Gibraltar donde, por ser un enclave británico, quedaba fuera del alcance de los españoles. Al día siguiente de su llegada dirigió la carta que aquí se transcribe a su hijo Antonio Nariño Ortega (1791-1848), de quien manifiesta no haber tenido noticias en más de un año.
Como era usual por entonces, Nariño fue escribiendo la carta mientras aguardaba la salida del correo; de manera que la comenzó el 5 de Junio de 1820 y la concluyó tres días después. Para contribuir a una mejor comprensión del texto, se intercalan algunos datos informativos (en tipo de letra normal y entre corchetes cuadrados [ ] ).
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Gibraltar, 5 de Junio de 1820.
Antonio mío:
Por diferentes conductos te tengo escrito desde mi salida de la Cárcel [Real de Cádiz], que fue el 23 de marzo de este año, a consecuencia de la revolución de España [se refiere a la llamada 'Revolución de Riego', iniciada en Cabezas de San Juan en 1820-01-01] y de un Decreto del Rey [Fernando VII (1784-1833), en 1820-03-09] en que manda poner en libertad a todos los que se hallen presos por opiniones. Este Decreto se puso en ejecución con millares de presos, tanto de causas de aquí como de América. A los nueve días de mi salida me pasé a la Isla de León, en donde me creía más seguro que en Cádiz, porque yo no las tenía mucho conmigo, conociendo el carácter del Gobierno bajo cualquier forma que se halle. No me engañé en mis temores, pues a pesar de haber entrado en una Sociedad que se estableció en la ciudad de San Fernando ['Sociedad Patriótica de la Isla de León'], de haber desempeñado varias comisiones, de haberme alistado en sus milicias en clase de soldado voluntario con los demás socios, entre ellos el inmortal [Coronel Antonio] Quiroga, que hizo la revolución, se comenzó a menear de nuevo mi causa, y yo comencé a recibir avisos de la cosa, de que se tomaban providencias contra mí, y que me pusiera en salvamento. No temí estas amenazas, porque estaba bien puesto con los Jefes y Oficiales de la Isla; pero los avisos y consejos se repetían por todas partes, hasta que llegó la orden de que me volvieran a prender, porque mi libertad había sido mal dispuesta. No me anduve con más cumplimientos; tomé a la hora que lo supe un caballo, y bien protegido y asistido de cuantos me habían tratado en los dos meses anteriores, me largué para esta en solas veinte horas, siendo así que ya estoy viejo, viejo, y ya me tienes desde ayer libre de las garras de estos malditos señores gobernantes. En todas partes, hijo mío, encuentro amigos y una patria; ya los tengo en esta en veinticuatro horas, y de mucha importancia, en términos en que pienso no irme con las manos vacías. Aguardo los últimos resultados de [Simón] Bolívar con [Pablo] Morillo para tomar mi resolución, y entretanto ver en qué para la España, porque aunque parece que todo sigue tranquilo y que se van a reunir las cortes el mes que viene, yo creo que hay todavía mucho que ver.
Tú te harás cargo cuánto me costará cada día que paso sin volar a abrazarte con tus hermanitas [Mercedes e Isabel], Vicente y toda la chusma, con la vieja de tu tía Dolores [Nariño y Alvarez, hermana de Antonio]; pero los años y los trabajos tan repetidos me hacen violentarme y tener más circunspección de la que piden mis deseos de veros a todos. Aquí nada me falta hasta ahora, y según el poco tiempo que creo he de permanecer aquí, nada me faltará; pues si no hay algún contratiempo, antes que se acabe el año nos hemos de haber visto. ¡Qué día, hijo mío, será éste para tu padre! Dios me lo ha de conceder.
De lo que recibí de Gregorito [Nariño Ortega, primogénito de Antonio padre y hermano mayor de Antonio hijo], y que economicé en la prisión, me he vestido y provisto de todo lo necesario; he socorrido cuanto he podido a algunos americanos, de los infinitos que se hallan aquí pereciendo, y entre ellos he hecho lo que he podido por don Rafael Castillo [yRada], hermano de Manuel, que murió en Cartagena, y de José María, que está en Cartagena, que es el conductor de esta carta, en barco que yo le he solicitado. También haré lo mismo con el Padre [Diego Francisco] Padilla, que seguirá con don Fernando Caicedo [y Flórez, futuro Arzobispo de Bogotá, 1827-1832], y quién sabe con cuántos otros será preciso hacer lo mismo. Si las cosas están ahí en buen estado, es preciso que el gobierno trate de poner en ésta, por la vía de Jamaica o la Guayana, dos o tres mil pesos o lo que se pueda para auxiliar a tantos infelices que están padeciendo por amor a la patria y que no es justo desamparar; al fin de esta carta te pondré a quién se han de dirigir por si tú puedes influir en esto.
Hace más de un año que nada sé de ti ni de casa; de Gregorio y Pacho [Nariño Ortega, los dos hijos mayores de Antonio] he sabido por otros conductos, pues tampoco me han escrito, quizá desde que supieron las nuevas ocurrencias de esa; yo les he escrito varias cartas y una con José María Lozano [II Marqués de San Jorge], que ya hace más de un mes que marchó, y que si no lo hace clandestinamente tampoco lo dejan irse; también llevó cartas para ti.
Lo gracioso del decreto de mi nueva prisión ha sido, según he sabido después, que lo han puesto después de ir yo propuesto, sin saberlo, para Diputado en Cortes por la Nueva Granada. ¡Graciosas pantomimas! Pero que me pudieron haber costado muy caras.
Veinte veces he tenido la pluma en la mano para escribir por separado a tu tía Dolores, a Merceditas e Isabel [las dos hijas menores de Antonio]; pero no quiero, hasta que yo sea el portador de todos los cariños que les había de decir en ellas; que por ahora se contenten con esta para todos, incluyendo a Vicente [Nariño Ortega, cuarto hijo de Antonio], a Eugenia [Gómez de Salazar, esposa de Vicente], a Natalia [Silva, esposa de Antonio hijo] y a todos los nietos, y con inclusión de José María, Trinidad, Antoñita y Jacobo [Ricaurte Nariño, hijos de Bernardino Ricaurte Rigueyro y Dolores Nariño Alvarez].
A la salida de esta no tenemos noticias positivas del estado de las cosas de allá; se habla con alguna variedad y sin fundamento, y todo esto me hace también estar indeciso en todo; pero no dejaré pasar ocasión de escribirte y avisar cualquier resolución que tome.
Somos siete [de Junio]. Hoy he recibido por un expreso de Algeciras la noticia de haber sido nombrado Diputado en Cortes por la Nueva Granada, y al cabo de dos horas llegaron impresos en que venía ya en letra de molde. ¿Qué te parece, hijo mío? Por un lado las requisitorias para prenderme y por otra soy una parte de la soberanía de las Españas; pero, ¡a mí con esas! Que nombren a quien les diere la gana, que ya estoy más que cansado de sus perfidias y mala fe con los americanos y mucho más conmigo. No obstante, sigo aguardando en esta hasta ver más claro el horizonte aquí y allá. ¡Cuánto diera por saber que ahí se hallan tranquilos y seguros! ¡Dios me los conserve!
Te incluyo un paquete de los impresos que hablan de nuestras cosas y que manifiestan los esfuerzos que por nuestra parte hacemos para que se concluyan nuestras desavenencias más bien con la pluma que con la espada; aunque la prevención y la ceguera contra la América tratan de oponerse a medidas humanas y benéficas. Me dicen de Madrid que más de cien asturianos se han resistido a votar y han protestado de nulidad de las Cortes, por la falta de formalidad en el número de Diputados y porque no los debe haber por las partes que de hecho están independientes.
También remito dos pañuelos y un librito para que Isabel y Mercedes se entretengan mientras llega su padre a darles mil, dos mil, un millón de abrazos. Podría haber mandado algunas cositas para todos, pero una librancilla de lo poco que tengo no me ha llegado; y, así, he sacado esto del baúl para mandar algo.
Supón que sigue aquí una letanía de todos los que pienso y saludo: el pícaro de tu tío Pepe [José Nariño y Alvarez, hermano mayor de Antonio], Benita [Nariño y Alvarez, hermana menor de Antonio] con todos y cada uno de sus hijos; tu tía Luisa con todos los suyos; tía Chepa; las Olanos, con Luis; Groot, con Manuela; la Chepa Pinzón y Mariquita. A la Chepa Barco, que en Cádiz me dieron un susto sobre su persona, y que me alegro no haya hecho de heroína; a Sabala, si existe; a Antonio; a la niña Carmen; y hasta Roque y Bárbara.
Ahora, en casa, tú mismo con mi nombre, mi apellido y mis poderes, irás dando un abrazo desde la priora de tu tía Dolores hasta el último nieto, sin perdonar a nadie, y hasta el último de los criados que hayan quedado de mi tiempo.
Somos ocho [de Junio]. Ya ves que he ido escribiendo esta desde que llegué hasta hoy en que va a marchar a las doce el barco que la lleva. Me dicen de la Isla que la Sociedad ha tomado con mucho calor el infame decreto de mi nueva prisión, y que no ha de parar hasta verlo públicamente revocado. Esto me sirve de satisfacción para que el mundo conozca cómo me han tratado siempre, etc.
No hay tiempo para más; recibe, Antonio mío, toda la efusión del amor que tú sabes que te profesa,
Tu padre